Hace aproximadamente año y medio recibí un correo electrónico del máximo responsable de una entidad aeroespacial muy importante en Europa. Era un correo electrónico en respuesta a uno previo que le había enviado en el cual le realizaba una propuesta de colaboración. Mi vida profesional la he desarrollado en el sector aeroespacial desde hace varias décadas y mis últimos esfuerzos en este ámbito están centrados en facilitar el acceso al espacio a pequeñas y medianas empresas, centros de investigación e instituciones educativas, mediante el uso de pequeños satélites de bajo coste y rápida producción (nanosatélites).
Pues bien, este señor me contestaba declinando la oferta de colaboración. No es eso lo importante: decía que España no es lugar para ambiciones aeroespaciales y que nuestro papel pasaba por dedicarnos al turismo y a la buena vida tras la jubilación.
Hay sectores de la ciencia, como el aeroespacial, que están aún poco potenciados en nuestro país. Pero, afortunadamente existen otros que lo están más.
Sin embargo, la ciencia en general no es aún una apuesta valiente como indica la asignación monetaria que se le otorga en los Presupuestos Generales del Estado. Y si un país no considera la ciencia importante, tampoco considera importante la comunicación científica: nuestro ecosistema científico es aún débil.
La imagen sugerente de la llama que encabeza este post – de hecho es una imagen personal que he tomado del libro que guardo en mis estanterías – la utilizó Carl Sagan para dar portada a su excelente obra “El mundo y sus demonios: La Ciencia como una luz en la oscuridad” y describe perfectamente la situación de la ciencia en la Sociedad: es frágil y se puede apagar con facilidad en cualquier momento. Y paradójicamente ahora, en la era de la información, en esta época en que podemos acceder rápidamente a todo tipo de información y además desde múltiples plataformas….Ahora, es más difícil ver esta llama porque queda cegada por los fuegos artificiales de esta información que nos inunda. Ahora, esta llama sólo la ve el cerebro entrenado…Ahora, un fuego de artificio nos puede parecer que es esa llama y podemos entonces equivocarnos y dejarnos guiar por él…Ahora más que nunca esa pequeña y humilde llama de la ciencia está en peligro.
Pero cuidar y dar importancia a la ciencia no es sólo tarea del Gobierno, sino también de los propios científicos y de la Sociedad: se trata de un juego a tres bandas. De modo que las responsabilidades están compartidas. Y como científico creo que conviene empezar el análisis por nosotros, los propios científicos. Y hay varias cosas a decir en este campo.
Es mi opinión que todos los centros de investigación deberían disponer de un departamento de Comunicación o Outreach y que en la valoración de los grupos de trabajo debería tenerse en cuenta no sólo el trabajo científico y la colaboración con el mundo empresarial, sino también esta actividad comunicadora. Por experiencia propia, así lo he hecho en todos los centros por los que he pasado.
Y como cuesta un poco aún a muchos científicos sacarles de su investigación, no es necesario que esta tarea recaiga siempre en el mismo investigador. De ahí también que la actividad comunicadora sea valorada y recompensada por el centro, para que todo el mundo sea consciente de que debe formar parte de ella ya que le estarán valorando también por ella.
Tenemos ya ejemplos de varios centros que han incorporado en su ADN esta filosofía de trabajo, pero no es aún una práctica generalizada.
Algunos científicos suelen tener algunos vicios. Permitidme que diga “algunos” y no me incluya, porque he sido muy consciente de estos vicios desde el principio y procuro mantenerlos lejos de mi práctica, pero ahí están aún en la comunidad científica:
El primero y quizás más importante, es no querer abandonar el “atril” del sabio (“si yo te hago entender la teoría de la relatividad entonces tú también la entiendes y yo soy menos genio”).
Un segundo no menos importante es no realizar el esfuerzo del cambio del lenguaje, manteniendo la jerga científica en el discurso: nuevamente, si utilizo términos científicos refuerzo mi imagen de sabio.
Tampoco se le otorga importancia en general aún a la comunicación científica, en muchos casos se menosprecia incluso: “si un investigador hace comunicación científica, es menos científico”; y permitidme aquí que mencione que críticas de esta índole se le hacían al propio Carl Sagan, cuya contribución a la ciencia, concretamente al ámbito de la exploración planetaria, es incuestionable.
Como derivada del anterior vicio, al estar esta actividad algo estigmatizada en los propios científicos, entonces es mejor no hacerla para que tus compañeros no te vean mal. O bien, también, para no crear envidias. Sí: también existen envidias en el mundo científico. Me he encontrado también ante la tesitura de profesores universitarios que literalmente han rechazado la oportunidad de hablar con periodistas porque los medios pondrían la luz sobre ellos y eso podría crear envidias entre sus colegas de departamento. Eso también pasa.
He tocado la comunicación científica desde hace más de 20 años en varios medios, desde internet hasta el medio televisivo.
Con respecto a internet, parece ahora que la comunicación científica pasa por Youtube y que no exista prácticamente otra cosa, pero no siempre ha sido así. Viví el inicio de internet en nuestro país a finales de los años 90. Desde el año 98 trabajé por ejemplo poniendo en marcha varios portales de ciencia, primero Mundo Olé y después Terra para el grupo telefónica. Entonces la comunicación científica pasaba por los llamados “portales de ciencia”: secciones de ciencia en portales de información genérica (similar a las actuales secciones de ciencia en los diarios pero mucho más extensas, con más contenido y subsecciones).
Era una comunicación científica pausada y muy basada en la lectura individual de textos de media a larga extensión, muy trabajados y con muchos enlaces a las fuentes de referencia y a fuentes de ampliación de la información, acompañados también de algunas imágenes y gráficos ilustrativos.
Ahora las cosas han pivotado hacia una comunicación más visual y rápida basada en videos, tipo Youtube, aunque siguen existiendo blogs, revistas online y plataformas de artículos extensos.
Personalmente creo que es así como debe ser: deben convivir diferentes tipos y niveles de profundidad en la comunicación científica porque existe un patrón más amplio de comportamiento del usuario final. Y aquí el objetivo es el alcance, la máxima capilaridad y penetración hacia la Sociedad, de forma que a mayor diversidad en los formatos – sin renunciar nunca a la rigurosidad y veracidad del contenido – mayor facilidad para que cada uno consuma ciencia a su gusto particular. Hagamos entre todos que la ciencia esté en las estanterías del supermercado: que sea visible y de tan fácil consumo como cualquier otro producto: la ves y la coges.
Respecto al ámbito televisivo, también soy muy rotunda aquí y lo digo allá donde vaya, y sobre todo cuando tengo políticos delante: la comunicación científica debe ser obligatoria para las cadenas públicas y también para las privadas. Y debería ser obligatoria la existencia de una sección dedicada exclusivamente a la ciencia en todos los Telediarios, como la tenemos para el deporte o para el tiempo meteorológico.
En lo que he podido ver en este campo me centraré, no en las entrevistas que a uno le puedan proponer en un programa de alguien, sino propiamente en la creación y ejecución de un programa de televisión de ciencia. Hablo en concreto de mi trabajo como productora, directora científica y colaboradora de Órbita Laika para TVE. Bueno, he seguido haciendo lo mismo que llevaba algunas décadas haciendo, sólo que ahora tienes un gran equipo detrás y una cámara grande delante. La experiencia de hacer un programa de ciencia en Televisión da para artículos extensos. Lanzaré sólo algunas ideas.
Uno de los primeros retos con los que uno se encuentra en el medio televisivo es la reducción. Volvía en el último AVE de la noche desde Madrid (la primera temporada de Órbita Laika con nuestra productora la grabábamos en esa ciudad) junto a Ramón Gener, que había sido uno de nuestros invitados. Para quien no lo conozca ya, Ramón Gener es un gran y excelente comunicador musicólogo. Fue una conversación larguísima que mantuvimos durante las horas de trayecto, en pie, en la cafetería del AVE, a pesar de haber madrugado mucho y haber estado todo el día de grabaciones. Y dejad que os indique sólo algo: ambos coincidimos en que una de las mayores complejidades del ámbito televisivo es la reducción, no hablo de simplificación del concepto que no es exactamente lo mismo, sino de reducción. Él me decía que era su principal dificultad como guionista de su programa: “Poner una cosa que ves que tiene una profundidad así…”– separaba los brazos dos metros- “…en sólo esto” – indicaba un centímetro con sus dedos. Y no puedo más que coincidir ya que yo también preparo personalmente todas mis aportaciones al programa.
Debo confesar que ante esta tarea de la reducción te queda cierta sensación de desolación, de abandono…porque no puedes expresar toda la profundidad que el concepto tiene y su capacidad de relación con otros conceptos. En mi caso la superé con una estrategia: el uso de varios medios (Twitter, Televisión y este Blog) cada uno de los cuales me permite acceder a diferentes niveles de profundidad en la explicación. Y debo confesaros que es un descanso.
El de la reducción es uno de los principales retos. Pero hay muchos otros. Expongo sólo algunos.
El equipo con el que se trabaja es muy grande: todos deben estar alineados en objetivo y todo el mundo debe entender bien de qué va el programa.
En el caso de Órbita Laika, como programa que lleva la comunicación científica a un formato nuevo, fuera del convencional del comunicador haciendo entrevistas al experto, encontramos muchos retos en este aspecto. Soy de la opinión de que se tiene también que comunicar la ciencia de una forma menos rígida, menos encorsetada, más predispuesta a relacionarla con otros ámbitos como el arte, el humor, el cine, los deportes…con otros ámbitos de la vida en definitiva si lo que queremos es incluirla en la vida cotidiana. Que la ciencia no sea al final un compartimento estanco en el que se entra y se sale si no que está abierta y fluye y está conectada a todo. Bueno, pues cuando quieres materializar esta idea, aportar un nuevo formato, surge una pugna constante entre “la parte televisiva/entretenimiento” y la parte científica, y es un equilibrio inestable que cuesta mucho transmitir y defender.
Crucial es también, y relacionado con lo anterior, que la dirección científica debería estar al nivel del resto de direcciones. Este punto es de vital importancia.
Me pasa con la ciencia lo que a los niños pequeños cuando algo les gusta: que no pueden evitar contárselo a alguien. Me he estado entrenando sin saberlo…Y ahora me doy cuenta mientras os lo comento: se trata de hablar de ciencia. Siempre he hablado de ciencia, con mis padres -no científicos-, mis hermanos -no científicos-, mis abuelos -no científicos-, los vecinos, en la escuela, en el instituto…Si alguien quiere entrenarse como comunicador científico, lo primero que tiene que hacer es hablar de ciencia en su día a día, con todo el mundo: taxistas, peluqueros, con la cajera del supermercado, con los padres de los amigos de tus hijos…Recuerdo actos incluso en los que hablaba de propulsión de cohetes con niños de guardería…
Y los niños…Pensemos como Sociedad qué estamos haciendo con su educación y qué modelos les estamos dando. Los niños son científicos natos, sólo hay que ver cómo exploran el mundo: aprenden con el método científico: ensayo y error. La ciencia es más natural en el ser humano que la religión. A un niño pequeño además le da igual aprender la palabra “Einstein” que la palabra “frigorífico” (y quizá le resulte más difícil la segunda). Cualquier concepto científico, cualquiera, es transmisible a un niño si se entiende y se realiza el esfuerzo.
Creo que puedo condensar lo que he vivido a lo largo de estos años en este campo de la siguiente forma. En mi visión, la figura del comunicador científico ha de aunar:
(1) Hay que entender de lo que se habla. Algo que parece evidente pero que no lo es tanto: hay que entender aquéllo que quieres comunicar y eso puede implicar días de trabajo.
(2) La comunicación científica no es un disfraz que uno se pone “voy a hablar de ciencia” y luego lo deja colgado o puede ponerse otro para hablar de otra cosa. Creo que la ciencia hay que llevarla dentro, vivir con ella, dormir con ella; ha de formar parte de ti y de tu forma de ser y entender el mundo: no es un disfraz.
(3) La pasión por la ciencia me parece un requisito indispensable. Hay que hablar de los datos por supuesto, pero basta ya de dejar de lado las emociones vinculadas a la ciencia: la incógnita, el descubrimiento, la desesperación por no entender, la plenitud al entender, el asombro, la inspiración…forman parte indispensable de la ciencia. Creo que las pseudociencias y el mundo de lo mágico nos han ganado terreno precisamente porque han utilizado estas emociones natas del ser humano y las han tergiversado llevándolas hacia su campo. Son emociones también de la ciencia y tenemos que reivindicarlas.
(4) Hablar de ciencia tampoco ha de ser algo artificial o buscado: has de hablar de ciencia en cualquier sitio, con cualquier persona, vestido de cualquier forma (con bata blanca, tejanos o vestido de fiesta) no sólo cuando hay una cámara delante.
(5) El comunicador científico no es el protagonista: es un vehículo. Y ha de ser capaz de crear capilaridad: dar voz y visibilidad a otros investigadores, hacer de antena y de repetidor.
(6) Uno no se levanta una mañana y dice “ahora quiero ser comunicador científico”. Hay preparación y pasión. Y sobre todo, mucha humildad porque al comunicador científico de referencia lo acaba eligiendo la gente, el público; no se elige él mismo.
(7) Finalmente, y relacionado con el punto anterior, algo que siempre he procurado aplicar en mi vida y en todos los ámbitos, no sólo el científico: caminar con la mente abierta, con ganas de aprender; caminar con generosidad: recordad que todos hemos empezado alguna vez: hay que estar dispuesto siempre que se puede a tenderle una mano al que empieza; Y sobre todo con gratitud. Me honra poder decir que he podido generar muchas oportunidades y es uno de mis objetivos personales seguir haciéndolo. Pero también debo decir, y me parece preocupante, que esto tan simple de “dar las gracias” parece que va en desuso. No lo perdamos porque el ser agradecido me parece una de las cualidades fundamentales para ir por la vida.
La aportación que realiza la Ciencia a la Sociedad es indispensable: no sólo por los conocimientos, sino por los instrumentos y valores que ofrece (capacidad de análisis, capacidad para escuchar y ponerse en otros puntos de vista, capacidad de resumen y de discernir el ruido de la información, trabajo y esfuerzo, trabajo de equipo, humildad y perseverancia…).
Como nos recuerda Carl Sagan, vivimos en un mundo cada vez más dependiente de la ciencia y de la tecnología. Y, sin embargo, pocos entienden de ciencia y de tecnología. Esto es una bomba que nos puede estallar en cualquier momento. Nuestros dirigentes han de tomar decisiones transcendentales para la vida de todos nosotros acerca de cuestiones por ejemplo como las vacunas, la sanidad en general, la energía nuclear, las comunicaciones seguras…Nuestros políticos no están formados acerca de estas cuestiones y no podemos andar reaccionando cada vez que nos encontramos el problema: estas cuestiones tienen que entenderse y planificarse de antemano; han de estar preparadas “en frío”. Es por ello que deberíamos disponer de un Comité Científico Asesor permanente que educara y diera apoyo al Gobierno en estas cuestiones.
Creo en general que podremos decir que en nuestro país la ciencia estará en buena forma cuando:
(1) Exista un plan blindado por parte de todos los partidos políticos para incentivarla y así se refleje en los Presupuestos Generales del Estado año tras año, independientemente de quién esté gobernando en ese momento.
(2) El científico que no participe, aunque sea mínimamente, en actos de comunicación científica, esté mal visto.
(3) Seamos capaces (y se nos permita) dar luz a proyectos ambiciosos para retener y atraer talento, y con sueldos a la altura.
(4) Los Telediarios tengan una sección fija de ciencia y abran con ella, como área que da esperanza, horizonte y futuro, en lugar de abrir con noticias de violencia en portada.
Un ejemplo claro de que las cosas habrán cambiado en el panorama científico de este país será ver que en lugar de hablar del tiempo en un ascensor con el vecino, podamos hablar del último descubrimiento científico. Y que científicos como quien os habla, con proyectos ambiciosos, no reciban cartas en las que se degrade la imagen de un País a un destino turístico y de jubilación.
Podemos ser mucho más que eso. La defensa de la ciencia es una tarea que nos concierne a todos, y cada uno de vosotros puede contribuir cada día con su granito de arena. Seamos todos, los custodios de esa frágil llama de la ciencia que aún arde entre los fuegos de artificio: protejámosla y hagámosla crecer para que se convierta en hoguera que de luz y guíe a muchos. Hagámoslo.
Gloria García-Cuadrado
Físico Teórico