Hoy quiero hablar de pandemias, pero no de la actual COVID19… Quiero avanzar un fotograma la película para ver qué hay después, qué nos espera…¿Calma eterna absoluta? ¿o está acechando ya en la esquina algún otro virus o bacteria, listo para asaltarnos?
Siento haceros un spoiler pero más bien va a ser lo segundo. Así es que hablaremos de cuáles serán las próximas pandemias, pero sobre todo, y aquí está el poder de la ciencia y de la previsión, qué podemos hacer YA para evitarlas, o paliarlas cuanto menos.
Y no me llaméis alarmista, sino realista, porque la ciencia ya nos lo había dicho, pero es que no habíamos escuchado…¿os suena la cantinela?…
Empecemos por el principio, la definición, para saber de qué estamos hablando antes de hablar. Ya sabéis, “pandemia”, palabra formada por la unión de las partes de origen griego “pan”, que significa “todo”; y “demos”, que significa “pueblo”‘. Así es que etimológicamente pandemia significa algo así como “conjunto del pueblo” o “todo el pueblo”.
Transfiriéndolo a un sentido médico, es el proceso por el cual una enfermedad infecciosa afecta a la población humana en un área geográficamente extensa.
Y sí, podríamos decir que es el sueño de cualquier agente infeccioso, básicamente un virus o una bacteria. Es aquello en lo que quieren convertirse cuando sean mayores…Y si nosotros, además, les ayudamos, con nuestro comportamiento y actitudes desconfiadas, o totalmente negacionistas, pues mejor que mejor…Así es que estoy segura de que el virus causante de la COVID, el SARS-CoV-2, nos está ahora tremendamente agradecido
Pensándolo bien, también nosotros podríamos ser considerados una pandemia, una pandemia para el planeta Tierra, ya que nos atenemos aproximadamente a la definición de pandemia, mediante nuestras acciones: nos hemos extendido geográficamente por todas partes; nos multiplicamos; y utilizamos y consumimos los recursos del planeta en nuestro beneficio principalmente…
Pero hoy no somos nosotros los protagonistas. O si, pero de otro modo. Y sí, probablemente no queráis oír hablar más de la COVID19 o de ninguna otra pandemia. Pero es precisamente por eso, porque no queremos oír hablar más de ninguna otra pandemia, el motivo por el cual tenemos que oír hablar de pandemias al menos una vez más. Y esta vez, para que sea la definitiva, más nos vale escuchar atentamente, porque si queremos realmente que no regresen, tenemos que escuchar lo que hoy os voy a decir.
Y es que ésta no ha sido la primera pandemia ni será la última. Quizá no esté en nuestra mano erradicarlas a todas. Pero lo que sí podemos hacer es procurar prevenirlas y estar preparados para la próxima, porque vendrán más.
Y de hecho ya se sabía que vendrían. Muchos científicos ya nos estaban advirtiendo acerca de ellas desde hacía muchos años. Era la piedra en nuestro camino, con la que ya nos hemos topado anteriormente otras veces. Pero no les escuchamos.
Incluso podrían llegar virus más letales que el presente SARS-CoV-2. Los científicos nos decían “Es algo que debería quitarnos el sueño por las noches”. Pero nuevamente no les escuchamos. Nuestra tendencia natural a desoír por comodidad, por vivir en un presente dulce, como los niños, sin pensar en el futuro, nos hizo desoír la alarma que sonaba bien fuerte y luminosa: “Ep cuidado, que vendrá otra”…
De hecho el número total de enfermedades infecciosas se ha disparado significativamente desde 1980: SIDA en los 80; SARS en 2003; H1N1 en 2009; diversos brotes de ébola, el más notable en 2014; MERS en 2015; Zika el mismo año…y por supuesto la actual COVID19. Pero pueden venir peores: COVID no es lo peor que la Naturaleza nos puede ofrecer…desgraciadamente.
Y lo peor es pensar que es algo inevitable, como una fuerza mayor…
Me resulta tremendamente graciosa la expresión “olas de la pandemia”: ya nos hemos habituado a escuchar “la segunda ola” de la COVID-19 (vamos ya por la cuarta…) como eso, como si de una fuerza mayor de la Naturaleza se tratase: nosotros como surfistas esperando allí que llegue…Sin embargo es nuestro comportamiento el que crea esas olas: el bicho “está ahí” y es lo que hacemos lo que determina si se extiende y toma fuerza, como una ola, o se apacigua y se diluye. Esas olas que nos van sacudiendo, no las crea el virus, sino nosotros con nuestras acciones.
Vamos por la vida con las luces muy cortas…demasiado cortas…de miopes vaya…
Volviendo a la ola pandémica, ¿qué nos dice la historia, los archivos, las noticas…al respecto de qué hacemos cada vez que pasa una de estas pandemias?
Pues que volvemos a nuestras vidas, a nuestros trabajos, a nuestro movimiento habitual, a medida que las vacunas ya se van introduciendo, o que la enfermedad queda reducida a grupos marginales… y nos olvidamos.
Y ahora que estamos iniciando justamente este proceso de normalizar muy poco a poco nuestra vida, gracias a la ciencia y a las vacunas, ahora es cuando no podemos relajarnos y conviene empezar a mirar más allá.
Tenemos que realizar el cambio social fundamental para que no vuelva a suceder. Tenemos que exigir a nuestros políticos, que son los que gestionan los asuntos globales, que tengan esa perspectiva tan propia de la ciencia, que viajen con las luces largas puestas, que planifiquen y preparen, porque es responsabilidad de ellos el gestionar la macrovida, de la microvida ya nos encargamos nosotros. Para eso les pagamos.
Así es que tenemos que afrontar YA el debate de las pandemias del futuro: de dónde van a venir; por qué van a venir; y qué podemos hacer para afrontarlas.
Para empezar. ¿de dónde van a venir? Pues muy probablemente del mismo modo en que llegaron la COVID19, o el SIDA; o el SARS o el MERS: de otros animales.
Muy probablemente el origen del SARS-CoV-2 sea un murciélago; el del SARS, (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) del 2003, que también apareció en China extendiéndose a otros países hasta que finalizó en 2004, fue también de origen animal, en concreto gatos siberianos vendidos en un mercado en Guangzhou.
El del MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio), reportado por primera vez en Arabia Saudita en 2012, causante de enfermedades respiratorias graves, tuvo su origen también en animales: en este caso, fue el contacto con camellos infectados.
O el del SIDA de los 80, traído por unos chimpancés africanos.
Y es que no es casual. Es causal. Se estima que aproximadamente hasta el 75% de las nuevas enfermedades infecciosas en humanos, son de origen animal. Es lo que se conoce como “origen zoonótico” o “zoonosis”.
Y lo que es más: se estima que habrían unos 1,7 millones de virus aún no descubiertos, que podrían existir en mamíferos y aves, de los cuales, entre 631.000 y 827.000 podrían infectar a los humanos.
Y ya conocemos muchos virus y bacterias que pueden vivir en animales: el virus de la gripe puede vivir en cerdos y aves; los chimpancés fueron el origen del virus del SIDA; los gatos siberianos para el virus del SARS; los camellos para el MERS; y además de los murciélagos, incluso los visones, también para el SARS CoV-2, como se ha descubierto recientemente en granjas de cría de estos animales en Dinamarca, y por cierto, también aquí en España, en la Puebla de Valverde, en la provincia de Teruel. Allí tuvieron que sacrificar a unos 92.000 ejemplares de visones portadores del SARS-CoV-2. Hasta las tortugas pueden ser grandes anfitrionas de virus y bacterias, como las bacterias de la salmonela.
Esto no es algo nuevo. Los veterinarios llevan advirtiéndonos acerca de ello mucho tiempo. De hecho, los veterinarios llevan más de 90 años estudiando a los coronavirus, porque existen también en animales, y estos coronavirus son la familia de virus de donde ha salido el SARS-CoV-2, que ha causado la actual pandemia.
Los veterinarios saben por ejemplo que el principal problema de las gallinas y los pollos es un coronavirus que les causa la bronquitis infecciosa aviar, y lo saben desde 1930. Llevan décadas trabajando con coronavirus y saben perfectamente cuáles son las vías de transmisión, los comportamientos estacionales, y cuánto duran en media los anticuerpos de las vacunas que les inyectan a los animales tratados.
Conocen también bien, la peste porcina de África, altamente letal, de la que se han producido muchos brotes el pasado año en Polonia por ejemplo. Alemania estaba precisamente, construyendo un muro a lo largo de toda la frontera con Polonnia, un muro de dos metros de altura, porque el problema lo podrían tener con los jabalís infectados, ya que parecen ser bastante resistentes. Esa enfermedad la conocemos desde los años 50 y mata al 99% de los cerdos en tan sólo 72 horas. Y se transmite por todas las vías imaginables: aire, insectos, contacto directo, ingestión…Una “peste porcina africana” en versión humana, tendría consecuencias terribles.
Con todo lo que saben y lo que llevan tratando, ¿habéis oído que algún político haya reunido a los veterinarios para hablar con ellos sobre este asunto?…Sabiendo, recordemos además, que hasta el 75% de las enfermedades infeccionas de origen vírico o bacteriano que padecemos los humanos, son de origen animal…Quizá convendría, no sé, aunque sólo fuera un ratito, ya sabéis, reunirse con ellos a tomar un café para ver qué nos cuentan…
Ahora sabemos también que los murciélagos son el origen más probable para el SARS-CoV-2, causante de la pandemia actual.
Pero ya sabíamos que los murciélagos son anfitriones de muchos otros virus con potencialidad para dañar a los humanos: ya se les había relacionado, por ejemplo, con brotes de ébola, o con el virus Nipa.
Ya algunos científicos apuntaban hacia el peligro de algunas atracciones populares entre los turistas, consistentes en visitar cuevas y ver a los murciélagos “in-situ” en sus lugares de hábitat. Pero hay un peligro inherente en esta actividad: la orina o las defecaciones que pudieran caer encima de los turistas, o el contacto con las ya depositadas, podrían ser fuente de contagio de enfermedades.
Y es que existen varias razones por las cuales los murciélagos son excelentes anfitriones para los virus: primero, pueden volar, con lo que cubren largas distancias y contribuyen a difundir geográficamente el virus; segundo, han desarrollado armas inmunológicas específicas que no les hacen reaccionar con demasiada virulencia contra las infecciones; y tercero, son muy, pero que muy abundantes en el planeta: cerca de 1/4 de las especies de mamíferos del planeta son murciélagos. Así es que son casi omnipresentes, casi inmunes, y abundantes…de modo que suponen un gran vehículo de transporte y hospedaje de los virus.
Bueno entonces, podríamos pensar que la solución es sencilla: exterminemos a los murciélagos. Pero resulta que esto no es una buena idea porque los murciélagos cumplen multitud de funciones beneficiosas para el medioambiente. Y precisamente estudiar su elevada inmunidad nos puede enseñar mucho.
No sería además del todo justo culparles a ellos, porque no es que los murciélagos vengan a nosotros para contagiarnos. Es más bien que somos nosotros los que vamos a buscarlos, y entramos en contacto con ellos.
Lo cual nos lleva a la primera cosa que seguimos haciendo mal, y que nos traerá muy posiblemente la próxima pandemia: borrar, eliminar la barrera natural entre los animales salvajes y nosotros.
Ya sea debido a la deforestación, a la minería, a la urbanización, o al sobrecalentamiento global que estamos provocando…todo ello está eliminando los hábitats naturales de numerosas especies, que se ven obligadas entonces a desplazarse y a adaptarse a sobrevivir en otras zonas.
Se estima, por ejemplo, que hemos perdido ya cerca del 90% de los humedales del planeta. Hemos transformado los bosques, las pasturas…hemos trasformado cerca del 75% de la superficie del planeta que no está cubierta por hielo. Pensad: cerca de 3/4 partes del planeta no cubiertas por hielo, transformadas por una sola especie para su propio uso…
Los científicos estiman que hasta el 31% de los brotes de nuevas enfermedades infecciosas estarán vinculados por ejemplo con la deforestación, y en general con los cambios en el uso del suelo.
Varios estudios documentan ya, que la deforestación en las tierras que rodean el Amazonas, está abriendo el paso para un tipo de mosquito que es el principal transmisor de la malaria en esa zona.
O cojamos el este de África: la primera víctima del brote de ébola allí en el 2014, fue un niño que jugaba cerca de un árbol infestado de murciélagos. El niño vivía en una zona rodeada por bosques que prácticamente habían desaparecido debido a las industrias minera y maderera, de modo que el murciélago se veía obligado a aventurarse a los árboles más próximos a los núcleos poblados.
Pero si pensáis que eso sólo pasa en países lejanos en vías de desarrollo, nada más lejos de la realidad. En EUA por ejemplo, el brote en Connecticut de 1980 de la llamada enfermedad de Lyme, que es una enfermedad infecciosa producida por una bacteria y que se adquiere por la picadura de una garrapata infectada, se produjo precisamente por la reducción de espacios naturales debido a la urbanización.
¿Por qué? Porque en general, a medida que urbanizamos, creamos presión sobre las especies que antes habitaban esas zonas, y podemos entrar en contacto con algunas especies con las que no estableceríamos contacto directo en otras situaciones. Y se puede dar también que modifiquemos el equilibro natural que se establecía entre las especies de la zona. Así, por ejemplo, se pueden perder especies que eran protectoras para nosotros respecto a alguna infección (por mantener por ejemplo bajo control a los gérmenes causantes), y favorezcamos con ello el descontrol del patógeno.
Al fragmentar la tierra para su urbanización, podemos disminuir a los predadores naturales de algunas especies que son altamente transmisoras de algún patógeno, como los ratones; éstos se quedan porque ya no están sus predadores, y ya tenemos una bomba biológica preparada bajo los pies de los terrenos que acabamos de urbanizar. Esto es precisamente lo que ocurrió en Connecticut, que experimentó una fuerte urbanización en ese periodo de los 80, y en concreto los ratones de “pies blancos”, que fueron el vehículo perfecto para el brote de la enfermedad de Lyme que se produjo.
Y no es sólo ya que nosotros presionemos a los animales iniciando con ello un contacto que no se produciría de otro modo, o alterando los equilibrios naturales de contención de patógenos. Es también que vamos a buscarlos. Personas que adquieren como mascotas animales salvajes…como el kinkajou de Paris Hilton u otros muchos ejemplos (el kinkajou o martucha es un mamífero carnívoro, pariente de los mapaches y que habita de forma natural las selvas de México y Centroamérica, hasta Brasil. Resalto de forma natural, porque debería habitar allí y no en la casa de un humano como su animal de compañía…)
Retomando el tema, no sólo entramos en contacto con animales salvajes cuando los capturamos como mascotas. También lo hacemos al visitar mercados con animales salvajes, como supuestamente ocurrió en Wuhan, donde una de las personas del mercado habría entrado en contacto con el murciélago infectado, que acabaría produciendo esta pandemia de la COVID-19.
Estos mercados realizan una gran labor en la subsistencia de áreas poco urbanizadas donde uno no puede abastecerse en un supermercado. Pero estamos hablando de mercados donde se encuentran animales salvajes, y las condiciones en las que éstos animales se manipulan, muertos o vivos, pueden ser las idóneas para formar el caldo de cultivo que cocine la nueva pandemia. Esta es la receta: animales de diversas partes en contacto; los que están vivos, además, con sistemas inmunes debilitados por el estrés debido a la cautividad…de modo que los patógenos pueden multiplicarse e intercambiarse, saltando de un animal a otro, y en última instancia, a los humanos que los manipulan.
Así, algunos de estos mercados de animales salvajes pueden ser excelentes laboratorios de armas biológicas, y “boom”, tenemos servida la nueva pandemia.
¿Y qué hacemos entonces? ¿Cerramos todos los mercados de animales salvajes?; ¿detenemos la deforestación y la urbanización de zonas naturales?; y evidentemente, ¿prohibimos que Paris Hilton (y otros) tengan sus mascotas exóticas?
La solución no pasa por tomar medidas draconianas como éstas, ya que como hemos comentado, muchos de esos mercados suponen el sustento de poblaciones, y podríamos estar promoviendo con el cierre, actividades alternativas, como el comercio ilegal de estos animales (que es lo que precisamente sucedió cuando China cerró algunos de estos mercados por el brote del SARS del 2003). Y frenar la urbanización tampoco parece una medida justa, ya que todo humano sobre el planeta Tierra merece poder beneficiarse de las ventajas de vivir en sociedades estructuradas y con servicios públicos.
Lo que tampoco significa por otro lado, que no debamos reducir y controlar mejor todas esas prácticas, que es precisamente lo que debemos hacer.
Y alguno o alguna podría decir: “ei, que combatir una futura pandemia puede costar mucho dinero”. Pues resulta que no: se ha estimado que el coste de un plan de prevención global oscilaría entre los 22 y 31 billones norteamericanos de dólares al año, esto es, entre 22.000 y 31.000 millones europeos de dólares al año (recordemos que el billón norteamericano son 1.000 millones europeos)
¿Es eso mucho en realidad? Resulta que no: aún si fuera el doble de eso, el coste provocado por la pandemia del COVID-19, sólo en Estados Unidos, se ha estimado ya en más de 16 trillones de dólares [1] (en notación norteamericana: es decir, serían unos 16 billones europeos: 16 seguido de 12 ceros).
Por tanto, estamos comparando unos 31.000 millones de coste de prevención (me pongo en la estimación más alta), frente a 16 billones de coste de pandemia: tres órdenes de magnitud de diferencia en menos, a favor de la prevención.
Así es que dicho claramente: sale a cuenta prevenir. Y eso haciendo sólo una estimación económica: Las vidas humanas salvadas con la prevención no tienen precio.
Muchos expertos ya apuntan a la necesidad de añadir a nuestra filosofía de vida. el concepto de “Una salud”.
En este concepto se engloba conjuntamente, la salud de las personas, la de los animales que nos rodean y la del propio medio ambiente: están interconectadas, son dependientes las unas de las otras. Y se trataría de tener esto en cuenta a la hora de tomar decisiones acerca de cualquier asunto, desde regulaciones medioambientales, hasta planificación urbanística.
Y vamos a necesitar de hecho multitud de soluciones diferentes, que serán diferentes también en cada lugar, porque cada lugar tiene sus particularidades. Iremos aquí mimetizando lo que ha ocurrido con el avance de la medicina: que gracias a la ingeniería genética estará cada vez más personalizada. Aquí también a partir de una planificación global, deberemos ser lo suficientemente flexibles e inteligentes como para derivar también soluciones locales.
En Tailandia, por ejemplo, han sabido ser tremendamente creativos. Han sabido controlar brotes de infecciones por animales, creando una aplicación de smartphone que utilizan los granjeros y cualquiera que se la haya descargado. Con esta App avisan ante cualquier circunstancia anormal en la salud de un animal. Evidentemente el que reporta la anomalía, no está formado necesariamente como veterinario, pero rápidamente el veterinario de la zona acude, para realizar el análisis pertinente del animal, con lo que si se trata realmente de algo con potencial pandémico, la reacción en cadena queda cortada o al menos, muy limitada en origen. Como dicen allí: “No puedes entrenar a todo el mundo para ser un experto en salud, pero sí puedes entrenar sus ojos y oídos, para que escuchen y avisen”.
Un momento de pausa y reflexión…Tomemos aire y perspectiva…
¿Qué le dirías a alguien que tropieza una vez con una piedra? “Bueno, no te preocupes. Ha sido un accidente”…Y se vuelve a tropezar con la misma piedra “Bueno, ten cuidado. Presta un poco más de atención que esto ya te había pasado antes; estabas ya advertido”… Y una tercera vez…(aquí ya empezarías a pensar que quizá es que no te escucha)…Y una cuarta…(o que te está tomando el pelo y se hace el despistado y lo está haciendo a propósito)…Pero es que hay también una quinta…y una sexta…y 10 veces más tropezando con exactamente la misma piedra…Muy probablemente acabarías declarando a esa persona inútil total, le darías por acabada, por estúpida si me permitís.
¿Hacemos eso con la humanidad? ¿La consideramos estúpida directamente ya, y la lanzamos a la basura?
¿O, viendo la estupidez con la que avanza por el camino en muchas ocasiones, procuramos entre todos, trabajar para cambiar actitudes, para darnos una esperanza y mejor futuro?
Y la humanidad somos todos, así es que el cambio está en todos.
Puedes empezar por ejemplo por tener más capacidad crítica y por ser más selectivo con lo que decides ver en redes o en televisión, o en los medios de comunicación en general. Puedes seleccionar sólo aquello que sea “sano” para tu mente, que la estimule, que le de esperanza y optimismo, que le de “alas”…
Piensa que cada día de tu vida es como salir a comprar al supermercado: vas con tu carrito de la compra y tú decides qué meter allí: qué personas están a tu lado…qué comentarios quieres escuchar…qué noticias quieres oír…Tú decides, tu escoges. Tú haces tu compra.
La elección es tuya y cada uno de nosotros sumamos, para que la humanidad no vuelva a tropezarse otra vez con la misma piedra. Y bueno, si al final tiene que tropezarse con algo, que como mínimo sea con una piedra diferente cada vez.
Así es que, en definitiva y respondiendo a nuestra pregunta inicial, ¿qué instrumentos específicos nos permitirán si no ya evitar, sí paliar, o limitar en mucho, la próxima pandemia que acecha ya, latente, en cualquier momento y lugar?
Pues entre otros, seguro tendrán que estar éstos ingredientes:
1. Adquirir esta perspectiva global de interconectividad: “Una salud, un planeta, todos confinados aquí”. El planeta Tierra es nuestra nave por el Universo y no hay otra: todos estamos aquí metidos.
2. Un esquema de monitorización y acción global coordinado, con flexibilidad para adaptarse a las particularidades locales, en las que tendrán cabida miles de ideas inteligentes como la que hemos visto en Tailandia.
3. Aumento por parte del público general de la apreciación por la ciencia, y exigencia por parte de todos nosotros, del protagonismo que merece en las agendas políticas. No olvidéis que vuestro voto decide quién manda. Nuestro poder está en el voto. Personalmente recomiendo no dar vuestro valioso voto a ningún partido político que no lleve la ciencia en las primeras líneas de su programa. Nos va el futuro en ello.
4. Pacto de Estado para la ciencia que la blinde de las vicisitudes políticas, y la dote con la aportación económica suficiente.
5. Comité Permanente de Expertos en Ciencia que trate no sólo éste de la salud, sino otros muchos temas críticos que acechan también en campos estratégicos, como las comunicaciones, la energía o el medio ambiente, para prevenir y planificar situaciones de crisis con antelación, y no cuando las tengamos encima.
6. Apoyo y potenciación de la formación y empleo en ciencia en general, y en salud en particular
7. Capacidad en el propio país, de secuenciación genética masiva: conocer los virus y bacterias que nos atacarán, y sus mutaciones, será básico para fabricar las armas precisas que los destruirán
8. Capacidad de producción del fármaco defensivo en cuestión en el propio país, para asegurar el suministro y mantener la independencia en una cuestión tan crítica
Pausa…Viene algo…Es muy tenue, pero está llegando, se vislumbra ya…
…Es algo aún muy incipiente, muy ingenuo, y muy frágil también, porque está empezando…pero poco a poco, creo que nos estamos despertando como humanidad, a la conciencia de que estamos en un único planeta, sin plan B por el momento.
Nos estamos acercando a esta idea, convergemos hacia ella, desde diferentes caminos, desde diferentes puntos de vista: el calentamiento global; la exploración espacial que nos enseña cuán precioso y solitario es nuestro mundo, y su fragilidad también como planeta, con la amenaza de impacto por meteoritos, por ejemplo; y esta “nueva” aunque en realidad no lo sea, perspectiva de las pandemias, con esta última que nos azota de la COVID-19.
Habitamos un planeta con menos barreras cada vez de modo que todo está interconectado: flujos de personas y productos, flujos de ideas, países y economías. Lo que hacemos un día en China, puede afectar a la mañana siguiente al resto del mundo, como hemos visto y seguiremos viendo.
Estamos en los albores del despertar de esta “conciencia planetaria” si me permitís. Y creo que es un despertar necesario, necesario no sólo para nuestra evolución como individuos y como especie, sino también para nuestra supervivencia.
Más nos vale escuchar
esta vez, tomar nota y actuar, empezando por cada uno de nosotros: por lo que escogemos
y por lo que exigimos a nuestros políticos. Nos va el futuro en ello.
Gloria García-Cuadrado
[1] 1 trillón: En español, equivale a un millón de billones (la unidad seguida de 18 ceros). En EUA: equivale a un millón de millones (la unidad seguida de 12 ceros, o el billón europeo)